04|05|2008
Dos cosas me han llamado poderosamente la atención en
este Saló del Cómic de Barcelona 2008, por un lado la
no venta de publicaciones por parte
de algunas editoriales (Glénat, por ejemplo) y por otro la
proliferación de la estética gótica. En el
primer caso la razón por la que esto se hizo se debe a la
queja de las librerías que instalan su stand en el
Saló, pues consideran una competencia desleal la venta de
cómics por parte de las editoriales. Algunas de éstas
han recogido el guante y se han solidarizado, otras (la
mayoría) han pasado del tema. A mí no me parece mal
la medida, ahora bien, he echado en falta información, ya
que al igual que a mí, a muchos lectores les sucedió
que cuando fueron a pedir los autógrafos de sus dibujantes
preferidos en los stand solidarios tuvieron que salir de la cola
para buscar el cómic en otro puesto para más tarde
volver a hacer la cola.
En cuanto a la estética gótica, he de decir que es un
mundo muy ajeno al mío, sin embargo me gusta. La feria
estaba llena de chicas de blanca tez con corsés imposibles,
acompañadas de góticos novios de imposible tez. En
España hay ahora mismo dos dioses indiscutibles de la
iconografía gótica, uno es Luis Royo y la otra es
Victoria Francés, pero, es curioso y llama la
atención, que dos de los autores que más fans
arrastran en este Salón del cómic sean ilustradores y
no autores de historieta.
Los dibujantes que han triunfado han sido dos: Moebius y
Cärlos. Uno por ser el mito invitado y el otro por pasar de la
nada del año pasado al todo de este; cómo me gustan
los dos.
La exposiciones tuvieron una puesta en escena irregular: sosas las
de Vittorio Giardino y Milo Manara y grande, muy grande y moderna,
la de Max. Otro espacio que me encantó fue el dedicado al
cómic de las Islas Baleares (qué diseño y
qué buen gusto); lo contrario que el los 50 años de
Mortadelo y Filemón (feo, muy feo).
Los premios, a pesar de las polémicas de siempre, creo que
fueron justos; me alegro por Paco Roca y su "Arrugas", por Carlos
Areces como autor revelación, por El Manglar como mejor
revista y por Pasqual Ferry como Gran Premio del Saló. No me
alegro por "Amaníaco", ya que Jordi Coll también se
lo merece.
Al final, Carlos Santamaría me confesaba su
satisfacción; espero que el resto de los participantes
acabaran igual de contentos.
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Texto y fotos: Juan Álvarez
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